Juan Pablo II, un pontÃfice polaco (y mediático) a la luz de la historia
Resumen
Condenado al silencio, el franciscano brasileño Leonardo Boff, defensor de la TeologÃa de la Liberación, decidió alejarse de la Iglesia de Karol Wojtyla. Una Iglesia que, a lo largo de
veintisiete años (1978-2005), ha castigado a disidentes desviados del dogma católico con la misma firmeza y energÃa con que ha premiado a mártires e intérpretes fieles de la ortodoxia.
Teólogos progresistas amonestados, como el suizo Hans Küng o el español Juan José Tamayo, frente a miles de nuevos beatos y santos destinados a ejercer en todo el mundo como modelos de ejemplar conducta moral en tiempos inciertos de secularización y creciente laicismo. Voces
acalladas, como la del jesuita belga Jacques Dupuis, y propagandistas de la ética tradicional, como el canonizado fundador del Opus Dei, conforman las dos caras del contradictorio pontificado del viajero y mediático Juan Pablo II. Su lucha a favor de los derechos humanos y libertades, su decidida oposición al comunismo, el capitalismo salvaje y la guerra, su apuesta por el ecumenismo, sus crÃticas al sacerdocio de las mujeres, el matrimonio de los clérigos, el
aborto u otros métodos anticonceptivos, el divorcio y la homosexualidad y su difÃcil diálogo con la ciencia, definen la personalidad del Papa que llegó a Roma procedente de un paÃs lejano.
Constrained to keep silent, Leonardo Boff, Brasilian Franciscan supporting Liberation Theology, decided to move away from Karol Wojtyla’s Church. In the lapse of twentyseven
years (1978-2005), this Church has punished dissidents deflecting Catholic dogma as firmly and energically as it has rewarded martyrs and those loyally attached to orthodoxia.
Progressist theologians, like the Swiss Hans Küng or the Spanish Juan José Tamayo, who have been admonished, opposite to thousands of new beatus and saints meant to be a model of moral behaviour all over the world in this uncertain age of secularization and growing laicism. Silenced voices, like Belgian Jesuist Jacques Dupuis, and propagandists of traditional ethics, such as the canonized founder of Opus Dei. These are both sides of the contradictory pontificate of the travelling and mediathic John Paul II. His figth in favour of human rights and freedom, his determinated opposition to communism, to wild capitalism and to war, his trust in ecumenism, his critic to women priesthood, clergymen matrimony, abortion or any other kind of contraception, divorce, homosexuality and his rejection of some aspects of scientific progress, define the personality of this Pope that arrived to Rome from a far country.
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